Si hay un reto que define nuestro tiempo, ese es el cambio climático. Si bien ya resultan evidentes sus efectos, aún estamos a tiempo de hacer algo para evitar el desastre. El esfuerzo requerido no va a ser pequeño, así que es importante que todos los sectores de la sociedad se unan en esta lucha.
Con el objetivo de incentivar actuaciones más ambiciosas y de acelerar las acciones necesarias para implementar el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, el secretario general de la ONU António Guterres presidió la Cumbre sobre la Acción Climática de 2019, que tuvo lugar el pasado 23 de septiembre. Esta cumbre quiso suponer un salto cualitativo en cuanto a ambición política, y también mostró los enormes movimientos que ya se están produciendo en la economía real y que servirán de apoyo a su agenda de actuación.
Las emisiones globales están alcanzando niveles récord y no muestran signos de ir a decaer. Los últimos cuatro años han sido los más cálidos registrados, y las temperaturas en el Ártico han subido aproximadamente 3°C desde 1990. El nivel del mar está subiendo y estamos comenzando a percibir la amenaza real para la biodiversidad que representa el cambio climático, y que se refleja en la salud, la creciente polución del aire o las cada vez más frecuentes olas de calor.
El impacto del cambio climático es real, y se nota en todas partes, ya que está trayendo consigo consecuencias tanto para la vida de las personas como para la economía de los países. Si ya nos cuesta dinero ahora, es difícil calcular lo que podría llegar a costar en un futuro.
Pero aún estamos a tiempo de actuar: los últimos análisis muestran que, si nos ponemos en marcha ahora mismo, podemos reducir las emisiones de carbono en un plazo de 12 años y mantener la subida de las temperaturas globales por debajo de 2ºC. Incluso, según los últimos hallazgos, quedándonos en 1.5ºC.
Si bien el Acuerdo de París es un marco político viable y avanzado, que recoge los pasos que debemos seguir para evitar una emergencia climática, es necesario que las diferentes potencias mundiales pasen a la acción.
El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, invitó a todos los líderes mundiales a Nueva York el 23 de septiembre, para tratar sobre planes realistas y concretos que definan la contribución de cada país de cara a los objetivos de 2020 y 2050.
Pero para resultar efectivos, los planes no pueden limitarse a una mitigación del daño, sino que es preciso que apunten hacia una auténtica transformación de las economías hacia un horizonte de desarrollo sostenible.
Las ciudades y pequeños núcleos urbanos deberán convertirse, a si vez, en focos de acción, al trabajar tanto en la minimización de daños como en la resiliencia de sus infraestructuras. Algunas de las claves son el compromiso con la construcción y el fomento de edificios de bajas emisiones, un transporte público eficiente y comprometido con las energías renovables y una reducción del tráfico y los vehículos particulares
Tanto la construcción como la rehabilitación tienen mucho que aportar en estos momentos decisivos. La apuesta por los edificios de consumo casi nulo y por la rehabilitación energética, que permite a la vez el ahorro de los recursos y la reducción de las emisiones de CO2, serán, son un ejercicio de responsabilidad en la coyuntura actual. Asimismo, la producción de materiales de alta durabilidad y cuyo ciclo de vida útil sea sostenible también puede marcar la diferencia en un sector que, además de un auge económico, puede presentar las soluciones que necesitamos para un futuro (y un planeta) más verde.