CIUDADES RESILIENTES: ¿CÓMO TRANSFORMAR EL PARQUE EDIFICADO PARA COMBATIR EL AUMENTO DE TEMPERATURAS?
Aunque muchos de nosotros hayamos soñado más de una vez con dejarlo todo y marcharnos al campo, o añoremos la vida en una localidad pequeña en la que el tráfico y las prisas no sean la constante, las cifras indican que el futuro es de las ciudades: según datos de la ONU, alrededor del 50% de la población mundial actual vive en ellas y no se espera un cambio de tendencia, ya que la previsión es que se trate de un 70% para 2050.
Esta realidad no está exenta de desafíos. Además de los que se derivan de una mayor densidad de población en áreas concretas, con los problemas de transportes, suministros y salubridad que ello conlleva, cada vez parece más evidente que las amenazas derivadas de la emergencia climática han llegado para quedarse y que será necesario planificar nuestras ciudades para hacerlas capaces de lidiar con ellas.
De esta idea nace el concepto de ciudad resiliente, que es la que analiza los riesgos, ya sean esperados o inesperados, y planifica para ser capaz de responder adecuadamente a ellos. Se trata de estar preparados para proteger a quienes habitan las ciudades, previendo en la medida de lo posible los acontecimientos que puedan impactar en sus vidas. Podría argumentarse que es una idea tan vieja como las agrupaciones humanas, que han sido capaces de levantar murallas frente a posibles invasiones, diques en zonas inundables o construcciones listas para afrontar terremotos en lugares de riesgo sísmico.
La principal amenaza a nivel mundial en la actualidad es el cambio climático, que implica una mayor incidencia de fenómenos climatológicos extremos y una tendencia generalizada a alcanzar temperaturas cada vez más altas. La transformación de la forma en que planificamos nuestras ciudades y, más en concreto, nuestros edificios, es uno de los primeros pasos para garantizar un futuro más amable en las grandes poblaciones.
Algunas de las soluciones ante estos desafíos parten del urbanismo, con un mejor diseño de las ciudades, en el que destacan conceptos como las «ciudades de los quince minutos», el desarrollo de numerosos centros para evitar concentrar mucha población en zonas ya muy tensionadas o las alternativas para evitar la creación de islas de calor. Pero no cabe pensar en una ciudad resiliente sin tener en cuenta sus edificios y, en concreto, su sostenibilidad.
Según el Informe de Economía Circular de GBCE (Green Building Council España), los edificios suponen un 40% de la energía que consumimos y emiten un 36% de las emisiones de CO2. Por un lado, urge la implantación de procesos de economía circular en la construcción, que implican desde un uso responsable de las materias primas a una optimización de las fases de proyecto, construcción, vida útil y demolición; según el mismo informe de GBCE, entre el 10 y el 15% de los materiales de construcción se desperdician durante el proceso de edificación, y el 54% de los materiales de demolición son enviados directamente a vertedero, sin ser reciclados o reaprovechados.
Por otro lado, se debe emprender la rehabilitación de los edificios de mayor antigüedad de nuestro parque edificado, que con frecuencia cuentan con un aislamiento térmico escaso o, incluso, nulo. Esto se traduce en una mayor demanda energética y, con ella, una mayor emisión de gases de efecto invernadero. La solución no solo pasa por construir nuevos edificios de elevada eficiencia energética o, aún mejor, consumo energético casi nulo, sino por resolver los problemas de los que ya existen.
Aquí cobra especial importancia la mejora del aislamiento térmico del edificio, de lejos la medida de rehabilitación que permite un mayor ahorro de energía al mantener las temperaturas interiores estables frente a las fluctuaciones del exterior. En contra de la idea más extendida, el aislamiento térmico no es solo para países de inviernos extremos, sino que ayuda a defendernos del calor, y es un importante aliado a la hora de lograr ciudades más resistentes a veranos cada vez más calurosos.
Materiales como el poliestireno extruido permiten realizar intervenciones por el exterior de los edificios que mejoran de forma integral su envolvente, como el sistema SATE, se utilizan en el aislamiento de las cubiertas o, incluso, pueden ser empleados desde el interior en el caso de edificios patrimoniales o con fachadas protegidas. Su capacidad de proporcionar aislamiento térmico disminuirá la demanda energética de la vivienda y su elevada durabilidad garantizará que sus propiedades permanezcan inalterables durante muchos años, evitando la necesidad de emprender nuevas reformas.